El imperio retórico (capítulos II y III). Apuntes

CAPÍTULO II. La argumentación, el orador y su auditorio

Argumentación

Demostración formalmente correcta

Se desarrolla en una lengua natural, en la que la ambigüedad no está excluida por anticipado. Los signos utilizados deben estar desprovistos de toda ambigüedad.
Es una demostración conforme a reglas que son explicitadas en los sistemas formalizados.
El status de los axiomas, de los principios de los que se parte, es diferente en la demostración y en la argumentación:-       En una demostración matemática, los axiomas no están en discusión.-       Quien desee justificar la escogencia de axiomas deberá recurrir a la argumentación.
Fin: transferir a las conclusiones la adhesión concedida a las premisas.La transferencia de la adhesión no se realiza sino estableciendo una solidaridad entre las premisas y las tesis que uno se esfuerza por hacer admitir. Fin: probar la verdad de la conclusión partiendo de la verdad de las premisas.

 

–       Fin de la argumentación: producir o acrecentar la adhesión de un auditorio a las tesis que se presentan a su asentimiento.

–       La argumentación presupone un contracto de los espíritus entre el orador y su auditorio.

–       La argumentación se propone influir sobre un auditorio, modificar sus convicciones o sus disposiciones mediante un discurso que se le dirige y que busca ganar la adhesión de los espíritus, en lugar de imponer la voluntad por la coacción o por el adiestramiento.

–       La argumentación no tiene por fin únicamente la adhesión puramente intelectual: ella busca muy a menudo, incitar a la acción, o, por lo menos, crear una disposición a la acción.

–       El orador debe adaptarse a su auditorio.

–       ¿Cuál es el auditorio alrededor del cual se centra la argumentación?

  • No hay que identificar el auditorio del orador con todos aquellos que están materialmente en estado de escucharlo y, a fortiori, con todos aquellos que tendrán alguna ocasión de leerlo.
  • El auditorio no está constituido necesariamente por aquellos que interpela expresamente el orador.
  • Auditorio: conjunto de aquellos sobre los cuales el orador quiere influir con su argumentación.

–       Auditorio universal = humanidad entera.

–       El auditorio constituido por el interlocutor único del diálogo, parece presentar una ventaja innegable, sobre el auditorio constituido por una multitud reunida en una plaza pública, porque la idea que uno se forma de él en cuanto a sus convicciones y actitudes, puede ser puesta a prueba gracias a la técnica de preguntas y respuestas.

–       Cuando se trata de un discurso sobre un tema especializado, dirigido a un auditorio de especialistas, la técnica de preguntas y respuestas no es pertinente, pues en cada disciplina hay un conjunto de tesis y de métodos que cada especialista debe admitir y que sólo en casos excepcionales se someten a discusión.

–       En la ausencia de un cuerpo de verdades o tesis reconocidas es cuando el recurso a la dialéctica de preguntas y respuestas puede aparecer indispensable.

–       El discurso dirigido a un auditorio particular busca persuadir, mientras que el dirigido al auditorio universal busca convencer. La distinción no depende del número de personas que escuchan a un orador, sino de las intenciones de este último.

–       Un discurso convincente es aquel cuyas premisas y argumentos son universalizables, es decir, aceptables, en principio, por todos los miembros del auditorio universal.

–       Hay tres géneros de discurso en retórica:

  1. Género deliberativo: en el que el orador aconseja o desaconseja y su opinión concluye en lo que parece más útil.
  2. Género judicial: el orador acusa o defiende para decidir lo justo.
  3. Género epidíctico: el orador alaba o critica y su discurso tiene que ver con lo bello y lo feo. Para Perelman es género epidíctico es central, pues su papel es intensificar la adhesión a valores, sin los cuales el discurso que pretende llegar a la acción no podría encontrar su punto de apoyo para conmover y mover a sus auditores. El discurso epidíctico tiene que ver con el género educativo, pues pretende menos que suscitar una acción inmediata crear una disposición a la acción, esperando el momento apropiado. No se comprende ni la naturaleza ni la importancia de él si se le asigna como fin la gloria del orador.

CAPÍTULO III. Las premisas de la argumentación

–       El orador, si quiere obrar eficazmente con su discurso, debe adaptarse a su auditorio.

–       ¿En qué consiste esta adaptación? En que el orador no puede escoger como punto de partida de su razonamiento sino tesis admitidas por aquellos a quienes se dirige.

–       Fin: transferir a las conclusiones la adhesión concedida a las premisas.

–       La transferencia de la adhesión no se realiza sino estableciendo una solidaridad entre las premisas y las tesis que uno se esfuerza por hacer admitir.

–       Quien en su argumentación no se preocupa de la adhesión del auditorio a las premisas de su discurso, comete la falta más grave: la petición de principio.

  • Consiste en suponer como admitida una tesis que es objeto de controversia.

–       Adaptarse al auditorio es escoger como premisas de la argumentación tesis admitidas por éste último.

–        Objetos de acuerdo.

  • Aquellos que se refieren a lo real: los hechos, las verdades y las presunciones.
    • Los hechos y verdades: el lenguaje y el sentido común los designan como elementos objetivos que se imponen a todos. Sin embargo, el análisis comprendido desde un punto de vista argumentativo no nos permite olvidar, so pena de petición de principio, la actitud del auditorio con relación a ellos.

Desde el momento en que un hecho o una verdad son controvertidos por el auditorio, el orador ya no puede prevalerse de ellos, a menos que muestre que el oponente se engaña o, por lo menos que no debe tener en cuenta su opinión, es decir, lo descalifica quitándole la calidad de interlocutor competente y razonable.

¿Cómo descalificar un hecho o una verdad? La manera más eficaz de impugnarlos es mostrar su incompatibilidad con otros hechos y otras verdades que se presentan más seguros.

  • Las presunciones: se asocian a lo que se produce normalmente y con lo que es razonable tomar como punto de partida.

Las presunciones están ligadas a la experiencia y el sentido común, pero pueden ser contradichas por los hechos, pues lo inesperado no debe excluirse.

Presunciones de orden general: (i) la presunción de que la calidad de un acto manifiesta la calidad de la persona que lo realiza, (ii) la presunción de la credulidad natural, que hace que nuestro primer movimiento sea el de acoger como verdadero lo que se nos dice, (iii) la presunción de interés, según la cual concluimos que todo enunciado que se nos comunica presumiblemente nos interesa, (iv) la presunción referente al carácter sensato de toda acción humana.

La presunción impone la carga de la prueba a quien quiere oponerse a su aplicación.

Especies de presunciones: (i) presunciones del hombre, que pueden ser tanto el punto de partida como de llegada de un razonamiento, y (ii) presunciones legales establecidas por la ley o la jurisprudencia, sea que admitan una prueba contraria (presunciones iuris tantum) o que sean irrecusables (presunciones iuris et de iure).

  • Aquellos que se refieren a lo preferible: los valores, las jerarquías y los lugares comunes de lo preferible. A los juicios que presumiblemente expresan lo real conocido o presumido, se pueden oponer aquellos que expresan una preferencia o indican lo que es preferible.
    • Los valores: los valores positivos o negativos marcan una actitud favorable o desfavorable con relación a lo que ellos aprecian o desprecian sin compararlos con otros objetos: lo que se calificará con los términos bueno, justo, bello, verdadero o real es valorizado, lo que es calificado de malo, injusto, feo, falso o aparente es desvalorizado.

¿Existen valores admitidos por todos, tales como: lo verdadero, el bien, lo bello y lo justo? Estos valores son objeto de un acuerdo universal en la medida que permanecen indeterminados; desde el momento en que uno trata de precisarlos, aplicándolos a una situación, o a una acción concreta, los desacuerdos y las oposiciones de grupos particulares no tardan en manifestarse.

Distinción entre valores abstractos, como la belleza y la justicia, y valores concretos, como Francia o la Iglesia. El valor concreto es el que se da a un ser particular, a un objeto, a un grupo, o a una institución concebidos en su unicidad. Subrayar la unicidad de un ser es por este mismo hecho valorizarlo.

  • Jerarquías: se aplica en todas partes donde hay “una ruptura de la indiferencia o de la igualdad entre las cosas, en todas partes una de ellas debe ser puesta antes que otra, o por encima de otra; en todas partes donde es juzgada superior y merece que sea preferida” (Louis Lavelle). En las jerarquías se indican expresamente los elementos jerarquizados.

Distinción entre jerarquías homogéneas, que se basan sobre la cantidad (tendrá preferencia la cantidad más grande de un valor positivo y, simétricamente, una cantidad más pequeña de un valor negativo: un dolor más débil, debe ser preferido cuando se le compara con un dolor o un mal más grandes) y jerarquías heterogéneas, que ponen en relación valores diferentes (“el respeto de la verdad es superior a la amistad de Platón”).

  • Los lugares de lo preferible: juegan un papel análogo al de las presunciones. Los lugares comunes de lo preferible son afirmaciones muy generales referentes a lo que presumiblemente vale más en algún dominio, mientras que los lugares específicos se refieren a lo que es preferible en dominios particulares.

Lugares de la cantidad: lo que aprovecha a un mayor número, lo que es más durable y útil en las situaciones más variadas es preferible a lo que no aprovecha sino a un pequeño número, es más frágil o no sirve sino en situaciones particulares.

Lugar de la cualidad: si se da como razón de preferir alguna cosa, el hecho de que es única, rara, irremplazable, que es una ocasión que no se producirá más. Es un lugar que favorece la élite más que la masa, lo excepcional más que lo normal, que aprecia lo que es difícil, lo que hay que hacer en el momento preciso, la urgencia.

Lugares del orden: la superioridad de lo anterior sobre lo posterior, de la causa sobre la consecuencia.

Lugares de lo existente: que afirman la superioridad de lo que es sobre lo que es simplemente posible.

Lugares de la esencia: que conceden una superioridad a los individuos que representan mejor la esencia del género.

Lugares de la persona: que implican la superioridad de lo que está ligado a la dignidad y a la autonomía de la persona.

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